jueves, 15 de octubre de 2009

La conquista del orden y del progreso (1862-1880)

De 1862 a 1880, ocurrieron las presidencias históricas, donde gobernaron: Bartolomé Mitre (1862-1868), Domingo Sarmiento (1868-1874) y Nicolás Avellaneda. Durante esta época se instalaron las bases para la extraordinaria expansión que comenzó en la década de 1880.
No fue un período fácil ya que en los años 70 la ganadería seguía siendo de baja calidad, el país importaba trigo, la red de transportes cubría sólo una pequeña parte del territorio, la entrada de capitales e inmigrantes era reducida, amplias extensiones de tierras potencialmente productivas seguían ocupadas por los indígenas y eran de difícil aprovechamiento por el problema de las grandes distancias.
El censo de 1869 proporcionó datos del atraso del país: los habitantes eran algo más de 1.800.000, la densidad era de 0,43 hab/km2;78,6 de cada 100 argentinos vivían en ranchos miserables de barro y paja y el 77,9 % de las personas mayores de seis años no sabía leer ni escribir.
A pesar de todo, profundos cambios se estaban produciendo. Dos ideas guiaron la construcción de la Argentina moderna a partir de estos años: orden y progreso.
El progreso se relacionaba con las nuevas oportunidades de prosperidad que ofrecían los adelantos tecnológicos y el crecimiento de los sectores de la economía vinculados al mercado internacional. Para conseguirlo había grandes dificultades ligadas a los factores de la producción: la tierra, el trabajo y el capital. El trabajo era muy escaso y resultaba necesario incrementar la mano de obra disponible, generando condiciones atractivas para la llegada de inmigrantes extranjeros. El capital interno era insuficiente para las grandes inversiones que exigía la época y se hacía necesario importarlo para tender líneas de ferrocarriles que unieran el extenso territorio. Conseguir préstamos tampoco parecía fácil porque no se habían cumplido los compromisos del único crédito del país había contratado con el Banco Baring.
Lo único, aparentemente, era la tierra, pero las grandes extensiones estaban cajo el control de los indígenas y las fronteras internas habían retrocedido.
Para lograr el progreso era indispensable el orden ya que era una necesidad en diversos aspectos: había que garantizar la propiedad privada y el libre desarrollo de las actividades primarias. Así, los sectores políticamente dominantes comenzaron a visualizar como enemigos a aquellos que no contribuían al orden (montoneras e indígenas). También se incluía el reconocimiento de la soberanía a una entidad nacional, el establecimiento de un orden jurídico y legislativo común y el monopolio de la violencia en manos del Estado nacional.
En síntesis, el Estado debía poner en marcha al progreso e implementar una forma de hacerlo, lo cual sería la clave en el futuro de lo que ocurriría en país.
Todo levantamiento contra el orden establecido sería considerado una rebelión contra el poder superior del Estado.
La construcción del Estado suponía también que pasaran a su monopolio ciertas atribuciones que tenían anteriormente las provincias, El monopolio más necesario era el de la fuerza.
En su cargo como presidente, Mitre organizo un ejercito regular y lo distribuyo estratégicamente para así prevenir rebeldías, aunque pasarían muchos años para llegar al monopolio de la fuerza.
Este también organizo las rentas públicas, controlo las aduanas provinciales, estableció las jurisdicciones nacionales y provinciales para la cobra de impuestos y uniformo el organismo de recaudación y control. Al intentar nacionalizar la moneda los hacendados y estancieros se opusieron ya que el gobierno había fracasado en experiencias anteriores. Las provincias cedieron sin problemas algunas atribuciones, como el control de las fronteras con los indígenas, al gobierno nacional.
El cuerpo legal fue sustituido por códigos modernos inspirados en la tradición jurídica europea y adecuada a las características locales.
La provincia y el gobierno nacional actuaron juntos como en el caso de la educación, en la que se reservo la supervisión del sistema y la legislación general. También hubo otros casos de coparticipación, como en el caso de los ferrocarriles, organización de colonias agrícolas, fundación de bancos y construcciones de obras publicas.
Finalmente el estado se hizo cargo de necesidades y servicios, como la organización de correos y telégrafos, promover la emigración, el registro estadístico de comercio y navegación y también de la exploración geológica y minera.
Todos estos cambios significaban innovaciones sociales. Quienes cumplían tradicionalmente alguna de estas funciones eran separados de ellas y reemplazados por otros que la desempeñarían en nombre del Estado nacional.
La sociedad tenía que acomodarse a las nuevas reglas y el Estado nacional debía ocuparse de los conflictos que podían surgir. La pimera forma fue mediante la represión: el ejército nacional se ocupó de aplastar las rebeliones: Pero más importante era hacer aceptar el nuevo orden. Para ello, las clases altas de Buenos Aires que habían triunfado en Pavón comenzaron a tejer acuerdos con sectores dominantes y gobiernos provinciales mediante compromisos recíprocos. Otra forma de lograr apoyos en el Interior fue mediante la construcción de obras necesarias para su progreso económico. Finalmente, el Estado nacional buscó formar una nueva mentalidad mediante la creación y la difusión de conocimientos, valores y símbolos que pretendían legitimar el orden establecido. La educación pública y la enseñanza de Historia fueron importantes en la formación de la nueva mentalidad.
Estos lineamientos guiaron la obra de los presidentes que gobernaron durante estos años.

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