A finales del primer gobierno de Juan Domingo Perón, se produjo un suceso que cambiaría la economía de ese momento, la cual atravesaba un período impecable. En 1949 se invirtió el signo favorable de los términos de intercambio: los precios de las exportaciones del campo se colocaron un 12 % por debajo de los de 1948. Esto perjudicaría a la reorientación de la agenda económica del segundo gobierno peronista, donde el principal objetivo consistía en conseguir capitales extranjeros provenientes de Estados Unidos y, de esta manera, contar con asistencia técnica a los efectos de impulsar la modernización industrial.
En estas circunstancias, el gobierno hizo dos apuestas: especuló con el estallido de una posible Tercera Guerra Mundial, que sostuviera en alza la demanda de los productos del campo argentino; la segunda apuesta fue participar en el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa puesto en marcha en 1947. Tampoco tuvo mejor suerte porque el gobierno norteamericano le adjudicó al país una cuota mínima en el abastecimiento de alimentos debido a la presión de intereses locales.
En este marco estalló la crisis del sector externo, que se trasladó a la actividad industrial nacional, por la dificultad de importar maquinarias y equipos, e impulsó un crecimiento de la inflación.
La alternativa de un plan de ajuste comportaba altos costos en términos de empleo y salarios para una política de desarrollo basada en el liderazgo del sector público y el crédito barato para financiar la expansión del mercado interno. Aunque las primeras reacciones fueron parciales e inefectivas, el nuevo equipo, a cargo de Alfredo Gómez Morales, decidió recortar las importaciones, racionar el crédito y reducir los compromisos fiscales. Una de sus consecuencias fue la sucesión de conflictos entre 1949 y 1951 en las actividades más afectadas por la disminución de subsidios públicos (ingenios azucareros, trabajadores de frigoríficos, los bancarios, los gráficos, los ferroviarios).
El pico de la crisis se alcanzó en 1951-52, cuando el déficit del sector externo fue potenciado por las secuelas de dos sequías sucesivas, donde los argentinos debieron consumir un pan más negro, elaborado con mijo, escaseó la carne y se volvieron frecuentes los cortes de luz.
El gobierno decidió una nueva estratega económica y privilegió la estabilidad por sobre la expansión, la agricultura sobre la industria, la iniciativa privada y el capital extranjero por sobre el crecimiento del sector público. A partir de esta nueva política, implementó el plan de ajuste y el Segundo Plan Quinquenal, que redujeron la inflación en forma significativa e inició un período de crecimiento económico entre 1953-54, cuando las cuentas del comercio exterior cerraron con un saldo positivo. La reanudación de las negociaciones colectivas en 1954 permitió recuperar los salarios perdidos en los años previos.
miércoles, 8 de septiembre de 2010
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